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domingo, 1 de noviembre de 2009

La pregunta de Callahan

Por: Eduardo Enríquez.

Blanco y Negro

Si los agitadores del Gobierno y quienes los dirigen no vivieran de tarima en tarima y viendo enemigos por todos lados, tal vez hubieran tenido la suficiente serenidad para escuchar bien el discurso que el embajador de Estados Unidos en Nicaragua, Robert Callahan, dio el miércoles pasado en un almuerzo organizado por la Cámara Americana de Comercio.

En una parte de su discurso el señor Callahan relató cómo había conocido a unos jóvenes de su país que estaban viviendo al lado de gente muy pobre en Nicaragua, ayudándoles de manera voluntaria. Los jóvenes estaban felices de haber venido y encantados con los nicaragüenses y con el país, a pesar de la gran pobreza que hay.

A renglón seguido el diplomático lanzó una pregunta que creo es la que deberíamos estar discutiendo en todos los foros. Es la pregunta que los supuestos “universitarios” que atacaron la embajada de Estados Unidos el jueves deberían estar analizando, desmenuzando y buscándole respuesta, en lugar de salir como energúmenos a destruir todo a su paso como salvajes sin capacidad de raciocinio.

La pregunta no es nueva, pero está vigente. Hacia el final de su discurso, Callahan se preguntó: “¿Cómo es que un país tan rico en recursos naturales y humanos, con tantas personas inteligentes y amplio apoyo internacional, puede permanecer pobre durante tanto tiempo?”.

A manera de respuesta dijo que expertos en antropología han encontrado que hay culturas de supervivencia y culturas de progreso.

Las culturas de supervivencia siguió, citando a expertos, “detienen su pensamiento en el pasado, culpan a otros por sus fracasos, se niegan a acomodarse, y consideran que las victorias de otros son derrotas para ellos. Tienen poca conciencia social y poco respeto por el bienestar común. Esa forma de pensar tiende a producir gobiernos insensibles y ciudadanos desconfiados y pesimistas”.

Mientras, las de progreso, según expertos, tienen ciudadanos que “confían en sí mismos y son autocríticos, admiten sus errores y tratan de corregirlos. Están dispuestos a acomodarse por el bien común y consideran que una distribución equitativa de los recursos del país les beneficia también a ellos. Ponen mucho énfasis en la educación y en la comunidad y respetan los puntos de vista y opiniones de los otros, incluso si no están de acuerdo con ellos”. De más está decir que estas culturas producen mejores gobiernos.

Al escuchar las palabras del embajador traté de auscultar los rostros de los presentes. Los que estaban poniendo atención no dejaron de mostrar un poco de vergüenza. Yo también sentí vergüenza.

Pero de nada sirve sentir vergüenza al darnos cuenta de que si la sociedad en que vivimos es tal como es se debe a que nosotros la hemos hecho así. Todos la hemos hecho así. Algunos tienen más responsabilidad que otros, claro, pero todos tenemos alguna responsabilidad: los de arriba, los de abajo, los políticos, los empresarios, los acomodados, los yoquepierdistas, los que creen que todo es culpa del que está al lado o “del gringo” y hasta los que han optado por huir (suena mejor emigrar, ¿verdad?).

Y claro, es culpa de nosotros los periodistas también. Al día siguiente nadie en los medios divulgó esa parte del discurso, mucho menos nos detuvimos a meditar sobre el mismo.

La verdad es que el Gobierno que tenemos es sólo nuestra sociedad viéndose al espejo y descubriendo un espantoso reflejo.

Muchos de los lectores que han llegado a este punto de la columna pensarán que esto se ha dicho mil veces. ¿Y qué? La verdadera pregunta es ¿qué está haciendo cada uno de nosotros para cambiarlo?

En lugar de enfurecernos o alegrarnos con el discurso de Callahan, deberíamos buscar cómo resolver (más que responder) la pregunta que nos lanzó.

fuente;eduardo-enriquez@laprensa.com.ni

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