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viernes, 12 de diciembre de 2008

Pedofilia, agresiones sexuales

PROF. CHRISTIAN CAZABONNE*
ACTUALIZADO 12 DE DICIEMBRE DE 2008

¿Cómo proteger a los niños?
“Es necesario a veces poner entre paréntesis los derechos del hombre para proteger los de los niños” - Alain Juppé

Entre los traficantes y asesinos de niños y los pedofilos muy discretos, hay un verdadero abismo. Los violadores asesinos se cuentan por docenas a nivel mundial, en cambio, existe una pedofilia ordinaria, más abundante y cotidiana, más enmascarada, estos amantes de los niños no matan ni les pegan a sus víctimas. A veces intentan seducirlos, o compran su silencio a través de amenazas, promesas y dinero (sobretodo en los países pobres). Ellos también son peligrosos: un niño supera con dificultad el hecho de haber experimentado la sexualidad de un adulto. Es a los primeros a quienes se les declara la guerra, cuando se crea una pena de seguridad de treinta años para los condenados a cadenas perpetuas, o que se dice listo a poner entre paréntesis los derechos del hombre. Pero se oculta los pedofilos de la vecindad, estos “gentiles” adultos que dicen amar tanto los niños y que la indiferencia social anima. Contra esta gente la virtuosa indignación no sirve de nada.

• ¿Quiénes son los pedofilos? Las leyes estigmatizan a los autores de atentados al pudor, de agresiones sexuales con o sin violencia, de violación (en caso de penetración) en contra de los menores de 15 años. Un niño no es nunca consentidor, en términos de la ley: es víctima de un delito o de un crimen. En el sentido etimológico, la pedofilia significa amar a los niños. Sería más exacto decir que los desea eróticamente. El término pedofilia envuelve comportamientos sexuales (en principio masculinos), más bien diversos: ciertos pedofilos prefieren exclusivamente los varones, otros las hembras, otros ambos. Ciertos sólo se interesan por los niños pre-pubescentes, otros, hay que saberlo, por los más pequeños, es decir los bebés. Ciertos no son atraídos sino por los menores, otros gustan también de los adultos. Algunos no pasan nunca al acto sexual aún si el deseo los obsesiona.


Entre los pedofilos se distinguen los “manosiadores” que ingresan en el correccional por atentados al pudor y los “predadores” que utilizan la intimidación y las amenazas. Se convierten raramente en asesinos por sadismo o por miedo a ser reconocidos.

• ¿Cómo se pueden detectar? Difícilmente. Más bien seductores los pedofilos son a veces casados y padres de familia: “son gente que están por encima de toda sospecha”. Sus gustos clandestinos no les impide ser perfectamente comprometidos. Se les encuentra en todos los medios, pero tienen predicción por las profesiones que les permite estar en contacto con los niños: son generalmente considerados como excelentes pedagogos. Muy activos en los medios asociativos, ofrecen voluntariosos sus servicios para animar una coral, entrenar un equipo deportivo, ayudar a los jóvenes en dificultad, aún militar contra los pedofilos.
Con el fin de tener niños a su disposición, los más hábiles se hacen agraciar de una mujer divorciada con niños o de una madre soltera. Los pedófilos llevan a menudo relaciones largas con sus víctimas: los embozalan haciéndoles creer, por ejemplo, que su padre están al tanto, o cultivando el romanticismo del “gran secreto” del cual no se debe hablar con nadie.
Cuando se tienen sospechas, se debe consultar al médico, al asistente social o, sin vacilar, a la policía. Se puede también dirigirse a las asociaciones y lo más pronto posible al Tribunal Internacional de los Niños.

• ¿Qué decir a los niños? Todos los especialistas están de acuerdo: es necesario armar a los niños de palabras. Hay que informarles desde sus primeros años de vida de la existencia de los pedófilos, sin dramatizar. Hay que decirles que las relaciones sexuales entre los adultos y los menores de 15 años están prohibidas por la ley. No se trata de asustarlos, pero, al contrario, de exhortarlos a no dejarse paralizar por el miedo. Hay que enseñarles a no seguir un desconocido en la calle, seguramente, pero también alertar a los transeúntes en caso de problema. Deben sobretodo saber que su cuerpo le pertenece, y que tienen el derecho de decir no a un adulto, cualquiera que sea, amigo, maestro, tío, padrastro, etc. Deben también saber que no corren ningún riesgo, ni ridículo, ni reproche si se quejan de los gestos muy evidentes de un amigo de la familia o de una agresión en la calle de regreso de la escuela. En fin, deben saber que no son culpables si estimulan el deseo de un adulto, y que tienen los medios de desanimarlos: en la mayoría de los casos, los pedofilos juegan sobre el temor y la vergüenza de los niños y son alejados por una actitud de resistencia serena.

• ¿Los pedofilos son cada vez más numerosos? Es imposible decir honestamente si son cada vez más numerosos o si son persiguidos con más frecuencia y condenados hoy que ayer.

• ¿Por qué liberar reincidentes potenciales? Todos los autores de atentados al pudor no se convierten en criminales, y se ve mal en virtud de cual excepción se les guardaría en prisión eternamente. Ciertamente, el riesgo de reincidentes existe.

• ¿Cómo prevenir los reincidentes? Se puede comenzar por limitar las tentaciones ofrecidas a los pedófilos impidiéndoles realizar actividades que les permite estar en una posición de confianza o de autoridad frente a niños.

• ¿Los pedófilos son enfermos? En la clasificación internacional de las enfermedades, editada bajo la autoridad de la Organización Mundial de la Salud, la pedofilia, primeramente inscrita en el capítulo de las perversiones sexuales, fue considerada posteriormente como desviación sexual y luego como trastorno de la preferencia sexual. Los psiquiatras distinguen a los pedófilos como deficientes intelectualmente e inmaduros, permanecidos infantiles, los pedófilos regresivos, que fracasado en sus relaciones sexuales con otros adultos, y los perversos, para los cuales el niño no es más que un objeto, “fuente de un placer acentuado por el miedo que ellos inspiran al niño”.

• ¿Cómo ayudar a las víctimas? Primeramente respetando su palabra. Las víctimas se lamentan con frecuencia de la incredulidad, falta de pruebas. Cuando un niño presiente que no se le creerán, se refugia en su silencio. Hay víctimas que esperan a veces meses, años, antes de develar la agresión sexual que han sufrido de la parte de un prójimo. La mayoría de las asociaciones subrayan que hay que asistir a los niños violentados, ya que los agresores sexuales han sido ellos mismos víctimas de abuso durante la infancia.
e-mail: prof.cazabonne@hotmail.fr
Fuente e Imagen; La Jornada.com

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